Es Richard Carapaz un rostro pintado para la guerra. No hay tregua para el ecuatoriano que vive en el cielo, a 3.500 metros de altitud. Se impuso Carapaz, inconformista, tras mostrar su orgullo, su espíritu guerrillero, en la última ascensión de un día duro que sirvió al ecuatoriano para lijar una veintena de segundos, bonificación incluida. El ecuatoriano es un luchador. Una roca que anuncia pelea.

“Lo seguiremos luchando”, dijo el campeón del Giro de 2019, que quiere repetir en 2025. “Elegí el momento indicado para pegar un buen arreón. Ha sido una contrarreloj para mí”, certificó Carapaz. El ecuatoriano aprovechó la capitulación de la fuga, que acentuó a Pello Bilbao, para lanzarse a por el Giro en una ascensión que hizo vibrar a Del Toro y en la que Ayuso y Roglic se midieron. Tasaron sus quilates.

El esloveno eligió al alicantino. El líder tomó unos metros, pero no prosperó en esas rampas. Ayuso no reaccionó y Roglic tamborileó los dedos en calma. El esloveno es un tempano. No entró en pánico. Eso le rescató en San Pellegrino, cuando Bernal buscó un rendija, y en Pietra di Bismantova, cuando se encendió Carapaz. Roca ígnea.

Valiente y corajudo, el ecuatoriano aceleraba en una montaña con lija, pétrea. Desde allí, inteligente, en el momento exacto, cinceló una victoria sensacional, la cuarta en su historial rosa. Además posee una laurel en el Tour y tres en la Vuelta. Esprintaba el ecuatoriano con el ansía y la exuberancia adolescente de quienes se apresuran a ganarse el futuro, a comprimirlo hasta hacerlo presente.

Carapaz, dañado en la crono de Pisa, elevó el puño. Mostró su boxeo en el cuadrilátero de los Apeninos, donde los jerarcas parecieron amagar, pero solo golpeó Carapaz. Diez segundos después del festejo del ecuatoriano, Del Toro encaminó al resto de favoritos que danzan alrededor de la hoguera del Giro, que sigue comprimido en las distancias cortas.

Antes, en San Pellegrino, se entreveraban la belleza y la crueldad. El brutalismo. 13,7 km al 8,8% con rampas máximas del 19%. Lisérgico el paisaje de tesoros de los Apeninos, la exuberancia de la naturaleza, su fortaleza, el poder de lo salvaje frente al ser humano y sus limitaciones.

Giro de Italia

Undécima etapa

1. Richard Carapaz (Education First) 4h35:20

2. Isaac del Toro (UAE) a 10’’

3. Giulio Ciccone (Lidl) m.t.

21. Pello Bilbao (Bahrain) a 25’’

35. Jonathan Lastra (Cofidis) a 2:14

61. Jonathan Castroviejo (Ineos) a 10:35

62. Igor Arrieta (UAE) m.t.

102. Jon Barrenetxea (Movistar) a 25:29

108. Xabier Mikel Azparren (Q 36.5) m.t.


General

1. Isaac del Toro (UAE) 38h47:01

2. Juan Ayuso (UAE) a 31’’ 

3. Antonio Tiberi (Bahrain) a 1:07

4. Simon Yates (Visma) a 1:09

5. Primoz Roglic (Red Bull) a 1:24

40. Igor Arrieta (UAE) a 32:15

43. Jonathan Lastra (Cofidis) a 32:38

47. Pello Bilbao (Bahrain) a 35:15

73. Jonathan Castroviejo (Ineos) a 59:17

121. Jon Barrenetxea (Movistar) a 1h45:22

137. Xabier Mikel Azparren (Q 36.5) a 2h02:06

La vulnerabilidad y la fragilidad del hombre, coloreado por los pantones de los maillots, reptando por caminos hipnóticos ante la figura de un coloso dispuesto a roerles hasta el tuétano entre rampas imposible. En una montaña infinita el tiempo transcurre lento, agotadas las manecillas, arrastrando los pies, de plomo. El sol alivia y alegra, pero las cuestas penosas combaten el entusiasmo. Atosiga la esperanza.

San Pellegrino es una frontera natural entre el deseo y la realidad. Hacia su corazón se alistaron una veintena aventureros que la montaña silenciosa fue apaleando. Pello Bilbao cogió el mapa de recuerdos del Giro, la brújula de la pasión y el manual de resistencia y se entregó a San Pellegrino, al fin una montaña grandilocuente, tremendista, puro Giro.

La carrera italiana al fin en su esencia. La montaña, abrigada por las laderas verdes, el pelaje de los árboles sombreando una carretera de nariz respingona, se elevaba orgullosa, a modo de un potentado en el corazón de la jornada que partió de Viareggio hacia Castelnovo ne’Monti y que después contaría las subidas al Toano y a Pietra di Bismantova.

Llegada de los favoritos tras Carapaz. Bahrain / Sprint Cycling

En San Pellegrino, una de las azoteas del Giro, un puerto catedralicio, era una invitación a la rebeldía entre los oportunistas. Lorenzo Fortunato era un buscavidas entre los fugados. El rey de la montaña desbrozaba la ascensión. Plapp, Pello Bilbao, Poels y Quintana se soldaron para perseguir a Fortunato, el primero en la cima.

En el salón de la aristocracia de rostros serios y concentrados, de respeto, Del Toro ordenó a la caravana del UAE un paso suficiente. Los favoritos aceptaron la propuesta del líder en una montaña que hacía envejecer, que consumía paciente, crepitante, los adentros.

Intento de Bernal

Bernal, que luce un maillot que remite al Café de Colombia, mítica formación, y a los escarabajos, los trepadores de montaña, se agitó mínimamente tal vez por el peso de la historia.

El gesto de Bernal aligeró a Del Toro, Ayuso, Tiberi, Roglic, Carapaz y Ciccone, que uno tras otro se fueron acomodando. A Simon Yates, propulsado en la crono, la montaña le fue lijando la ilusión. Ni las vistas, estupendas, lograban mitigar la sensación de cansancio.

Pello Bilbao y sus colegas se fusionaron con Fortunato en un descenso eterno. El grupo, repleto de arrojo y determinación, emanaba calidad y apilaba éxitos en el Giro.

Pello Bilbao posee dos victorias de etapa. Se estrenó en L’Aquila y conquistó el Monte Avena en 2019. Nairo Quintana, suma tres, además de la general de 2014. Fortunato y Plapp, una cada uno. El recuerdo del australiano era muy reciente.

Poels había triunfado en el Tour y en la Vuelta y buscaba hacer palanca en el Giro. Eran soldados de fortuna. El reparto de Grupo Salvaje de Sam Peckinpah. Perseguidos por los cazadores de recompensas y por el ejército mexicano. Presionados y acorralados fueron acribillados en un escena memorable.

En los Apeninos, en la columna vertebral de Italia, esperaba el Toano, una montaña ligera en comparación con San Pellegrino, pero en las piernas aún reverberaba la dureza del coloso. Con el cansancio ascendía la desconfianza de los fugados, liberados del pelotón, que no quiso acelerar al comienzo.

Pello Bilbao, durante la fuga. Bahrain / Sprint Cycling

La esperanza de la fuga

Todos se sabían potenciales ganadores en esa convocatoria que dejó San Pellegrino. Un partida de póker les unía. Las apuestas de cada uno eran medidas en un quinteto de miradas recelosas. Enemigos íntimos.

Nada de dispendios. Ahorradores en cada relevo. El gasto justo. A cada palmo, una pulgada de racaneo. Entre ciclistas con jerarquía el derroche solo se activa para someter al resto.

El paisaje, un mar verdoso, de curvas sugerentes, inspiraba calma, contemplación y bucolismo, pero incluso en ese paisaje zen el crepitar del quinteto era evidente.

El terreno, juguetón, una montaña rusa, conducía al gernikarra. Plapp optó por camuflarse. Quería reproducir el mismo patrón que le sonrió en Castelraimondo.

Cada uno representaba un rol a su manera. Quintana, escalador excelso, repuntaba en los descensos. Fortunato parecía perder la compostura. Pello Bilbao, con ese balanceo que le caracteriza el caminar, no se dejaba influir por las apariencias. Poels permanecía vigilante.

Ataque de Carapaz

Mads Pedersen, tres veces vencedor de etapa en el presente Giro, hostigó la caza. Despertó las fauces de la fiera. Nacía otra carrera. Una persecución sin tregua. El gran danés empujaba con furia. Llevado a hombros al trono en días precedentes, el danés, que estampó un contrato vitalicio con su equipo, se puso en modo locomotora para agradecer el trabajo de sus compañeros.

El quinteto se apresuró. No va más. El ejemplo de Pedersen encauzó el impulso de los equipos de los favoritos, que acribillaron al Grupo Salvaje en Pietra di Bismantova, donde cayeron con honor.

Surgió la cresta guerrera de Carapaz en un paisaje que remitía a Encuentros en la tercera fase. El estandarte atacante impreso en su piel. Carapaz, la Locomotora de Carchi, chispeante, echaba humo. Un tren de cremallera sobre raíles que alcanzó su destino: la gloria. Carapaz promete guerra.